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jueves, 11 de julio de 2019

QUETZALCOATL: DERRIBANDO LOS MITOS DE LA CAÍDA DE LOS AZTECAS


Si hay un asunto que está presente en la obra del francés Jean-Yves Mitton, o por lo menos en gran parte de ella, es el del choque de culturas, que en la mayor parte de los casos ha sido y es, por desgracia, violento.

Si bien es muy famoso en su país por obras de todo tipo de géneros (desde negro hasta fantástico pasando por superhéroes), destaca notablemente por sus viñetas históricas, donde, tanto a los lápices como tras el guión o a cargo de ambos, ha retratado un buen puñado de estos mencionados choques brutales entre pueblos.


Ya sea en "Crónicas bárbaras", sobre los vikingos y su mundo, o en otras obras que él solamente ha dibujado como "Vae Victis!", sobre la Guerra de las Galias, o "Atila", sobre las invasiones de los hunos, está presente este tema.

Es, pienso, en "Quetzalcoatl", obra completamente de su autoría, donde mejor ha expuesto esta problemática, que revisa con un ojo agudísimo y, sobre todo, nada maniqueo.


Este cómic monumental narra la historia de "La Malinche", un personaje histórico muy controvertido en países como México o Guatemala y del que coexisten versiones contrapuestas de su vida. Baste decir, a grandes rasgos, que esta mujer se llamaba supuestamente Maiana Xochitla y que fue amante tanto del soberano azteca Moctezuma como del conquistador español Hernán Cortés.

Unas versiones la tachan de heroína, y otras de traidora. Cambia su origen y su destino de unas a otras, y cambia su relación con la caída de Tenochtitlán y del Imperio Azteca o con eventos tan controvertidos y confusos como la "Noche Triste".


Jean-Yves Mitton toma las líneas básicas de su historia para fantasear con ella y elaborar una trama con eventos reconstruidos a través de la ficción pero que sirve perfectamente para realizar un retrato crítico de esta terrible época, la de la caída de los mencionados aztecas, plagada de injusticias y genocidios ya desde antes de la invasión de los brutales españoles.

Es habitual asistir a "batallas culturales" en las que, a propósito de la llegada de Cristobal Colón a las Américas y los monstruosos exterminios que esto trajo consigo, los debates quedan empantanados por la creación de bandos de "buenos" y de "malos", sin términos medios.


Habitualmente, para colmo, estas batallas culturales vienen ya podridas por los también tristemente habituales intereses ideológicos.

Es muy pueril pensar que los españoles y los europeos que llegaron a los "nuevos continentes" a saquearlos y a repoblarlos fueron una suerte de misión cultural o "solidaria" para "civilizar" a sus pueblos originarios. 

Lo cierto es que acabaron con miles de estos pueblos e impusieron su religión y su cultura por la fuerza de las armas, de la esclavitud o del fanatismo teológico.


Es muy pueril también, sin embargo, pensar que los pueblos que ya estaban allí eran pueblos tranquilos que vivían en paz y respetando a sus vecinos. Esta es otra gigantesca falsedad, pues estos pueblos, como tantos a lo largo de todo el planeta, eran también imperialistas, genocidas, fanáticos religiosos, esclavistas y clasistas.

Mitton, si de algo se asegura en "Quetzalcoatl", es de exponer claramente lo que eran ambos mundos en aquella tierra en guerra, y en este punto es donde su cómic alcanza su maestría impecable.


Maiana Xochitla ("Dos Flores de Maíz"), la protagonista de la historia, es un símbolo de la lucha contra la opresión y de la persecución a la que se ve sometida la persona común, normal y corriente, por crueles avatares de la historia producto de la ambición de los poderosos y que ella no puede controlar.

Campesina mixteca de vida pacífica, es arrancada de su hogar junto con su familia y todos sus vecinos por los aztecas durante una Guerra Florida. Este era el nombre que recibían este tipo de campañas, en las que los pueblos de la zona buscaban prisioneros para ser sacrificados en sus pirámides, en las cuales les arrancaban el corazón en vida en honor al dios Quetzalcoatl.


Mitton nos recuerda un hecho probado que se olvida a menudo: había montones de culturas en la América anterior a la llegada de los europeos que se masacraban y esclavizaban entre ellas. En este momento, la hegemonía la tienen los aztecas, y su sanguinario imperio era odiado por mixtecas, por tlaxaltecas, por zapotecas, por totonacas, por mayas, por caribes.

La ciudad de la protagonista es saqueada y quemada, los viejos y los débiles asesinados, los jóvenes esclavizados, las mujeres más guapas separadas para ser vendidas como prostitutas y una gran parte de la población directamente destinada al sacrificio. 


Estas escenas, tristemente, están presentes en la historia de la humanidad en todos los continentes: desde en los viejos pueblos mesopotámicos hasta en la Antigua Grecia o la Antigua Roma pasando por las invasiones de los hunos y los mongoles o las Cruzadas. Desde "La Biblia" hasta "La Ilíada" las registran. La América Precolombina no fue menos.

Maiana Xochitla es violada, vendida como prostituta, usada como moneda de cambio de nobles y altos cargos políticos. Primero, por los aztecas. Luego, por los españoles. El trato es idéntico en ambos lados del horror.


Porque Mitton tampoco se corta un pelo a la hora de trazar el retrato de esta otra cultura imperial y cristiana, enferma de ambición, y de un Hernán Cortés preso de la fiebre del oro y de la gloria, un hombre sin escrúpulos que es capaz de matar a sus propios soldados si le estorban lo más mínimo.

Los españoles son como los aztecas: crueles, brutales, sanguinarios, esclavistas, fanáticos. El autor siempre contrapone dos personajes en cada contexto que se comportan igual. Entre los primeros está Quani Colotl, un guerrero violador y asesino, y entre los segundos "El Chino", un soldado también violador y asesino.


También es importante tener en cuenta el binomio que conforman Moctezuma y Hernán Cortés, los dos hombres que llegan a ser amantes de Maiana y que utilizan las mismas tretas y muestran el mismo desprecio a la mujer y a la vida ajena en general, y que son presas de las mismas ansias de poder y de las mismas paranoias que acaban con ellos.

No obstante, "Quetzalcoatl", como he dicho y como demuestro en estas líneas, no es nada maniqueo, y hay espacio en sus páginas para personajes bondadosos y magnánimos que vienen de donde menos se les espera: de la nobleza azteca y de la misma Inquisición.

Chicome Tenoch es uno: a pesar de pertenecer a la clase alta de Tenochtitlan, trata bien a sus esclavos y es un hombre justo que se horroriza ante los miles de sacrificios que realiza el enloquecido Moctezuma, contra cuyo régimen conspira.


El otro es el padre Enrique Segura, un confesor que, a pesar de pertenecer a la mencionada Inquisición, lucha contra su corrupción y defiende a los débiles e incluso a los indios; él es casi el único que cree a Maiana y que se apiada de la vida de horrores que ha vivido a manos tanto de los aztecas como de su propio pueblo, cuyas brutalidades denuncia.

Unos tienen las Guerras Floridas; otros, la Inquisición. Los dos, aztecas y españoles, son presas del imperialismo, del fanatismo religioso y de la opresión de líderes y reyes sedientos de poder.

Hay en "Quetzalcoatl" otro hecho que hay que tener en cuenta: se cuestiona la Historia con mayúsculas por el hecho de que casi siempre o demasiadas veces la escriben los ganadores.


Mitton cambia acontecimientos supuestamente probados para darle a su narración un toque novedoso y a veces novelesco, pero pone en las palabras de Bernal Díaz del Castillo, personaje real que escribió la "Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España", una crítica al hecho antes mencionado.

Él, como acompañante del ejército de Cortés, narra gestas heroicas donde hubo masacres, y narra batallas arrojadas donde hubo cobardía. 

Mitton dibuja su propia versión de hechos como la "Noche Triste", pero con ello nos anima a preguntarnos qué fue lo que ocurrió en realidad para que poco más de cuatrocientos españoles exhaustos tomasen un imperio entero (aunque tuviesen caballos, armas de fuego o armaduras, eran verdaderamente pocos y ni siquiera conocían el terreno).


Se recuerda, además, a propósito de esta incógnita, algo que sí que está probado y que destruye las visiones míticas de este conflicto de ambos lados de la balanza de la "Guerra Cultural" que hay en torno a él: los pueblos que vivían esclavizados por los aztecas de Tenochtitlán apoyaron a Cortés porque odiaban profundamente a sus opresores.

Queda claro con ello que las culturas precolombinas no vivían en paz unas con otras y que los españoles no llegaron, vieron y vencieron por la gracia de su patria y de su dios.


El dibujo de Jean-Yves Mitton es una pasada. El detalle de cada viñeta, el color perfectamente adecuado y realista, las composiciones de las páginas y el diseño de los personajes nos trasladan perfectamente a ese mundo mítico y apasionante que ya no existe donde, por desgracia, una vez más dos culturas se masacraron.

Fueron esta vez aztecas y españoles, como antes lo habían sido egipcios e hititas, griegos y persas, romanos y cartagineses, visigodos y romanos, cristianos y musulmanes. La historia no es una asignatura de blancos y negros.


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