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martes, 5 de marzo de 2019

SPIDER-MAN III. RAIMI CIERRA SU TRILOGÍA DEL HOMBRE ARAÑA CON UN BODRIO INFECTO


SPIDER-MAN III de Sam Raimi - 2007 - ("Spider-Man III")

El bodriazo de “Spider-Man III” fue la última entrega de las aventuras del Hombre Araña que dirigió Sam Raimi hasta el reinicio de la franquicia de Marc Webb en 2012.

El director de "Posesión Infernal" anunció en su día que iba a desarrollar una trama más seria centrada en la lucha interior del superhéroe; por eso nadie pudo dejar de sorprenderse cuando la película de marras llegó a las salas: ¿Dónde está esta seriedad? ¿Dónde está esta lucha interior?


Si “Spider-Man” y “Spider-Man II” resultaban fallidas por infantiles, esta tercera parte ya no es sólo infantil, sino que además es ridícula y estúpida.

Peter Parker se enfrenta su lado oscuro y a tres nuevos villanos: el nuevo Duende Verde, el Hombre de Arena y Venom, cuya aparición no estaba inicialmente prevista pero que fue forzada por los productores de la cinta.

En dos horas y media insufribles se van sucediendo estos enfrentamientos que desembocan en un espectacular pero burdo clímax que se nota completamente improvisado.


El ritmo de la trama está mal llevado, con poco equilibrio entre las escenas de acción y las que no lo son. Además, su motor está cimientado casi exclusivamente en constantes y tontísimas casualidades.


Por si fuera poco, está encima llena de lagunas argumentales y hechos inverosímiles que la lastran aún más si cabe: no se explica absolutamente nada sobre Venom –se da por hecho que los espectadores ya conocen su historia y no se dice nada sobre ella, un error de bulto-, el Hombre de Arena hace cosas sin sentido y revive a los pocos días de haber supuestamente muerto, a Harry le da de lleno una bomba y sólo le desfigura una parte de la cara, una fotografía burdamente trucada con Photoshop del Spider-Man del traje negro se hace famosa sin que nadie se percate de su clarísima falsedad... Y así otras tantas chorradas incoherentes.


Sin embargo, lo peor de la película son sus personajes, los más planos y absurdos de toda la saga. Peter Parker está peor desarrollado que nunca, y su “parte oscura” es de auténtico chiste: para Raimi mostrar esta parte sombría del héroe consiste en despeinarlo, pintarle ojeras, volverlo un gamberrete y ponerlo a bailar por las calles, a soltar piropos y a decir frases como “me gusta ser malo”.


De auténtica y dolorosa vergüenza ajena (por favor, alguien debería enseñarle a este hombre que esto es "Spider-Man", no una película gore de cachondeo).

Pero llega el turno de los villanos y todo sigue hundiéndose: el Duende Verde ya no es un duende (bueno, tampoco lo era mucho su padre), sino un simple niñato armado con tecnología punta (ni tiene máscara ni tiene conflicto interior ni tiene posesión ni tiene doble personalidad).


El Hombre de Arena está insertado en la historia con calzador y cambia de bando constántemente sin mucha coherencia (el antagonista más anodino de todos los de Raimi) y Venom es simplemente patético: sólo tiene protagonismo en la media hora final y el simbionte que lo trae a la Tierra aparece de casualidad precisamente junto a Peter. Puf.


Por si fuera poco, aparece también, interpretada por Bryce Dallas Howard, Gwen Stacy, la primera novia de Parker en los cómics, en un papel insignificante que nada tiene que ver con el de su personaje original y que instaura el triángulo amoroso más pueril visto en mucho tiempo.

Lo dicho: una porquería de cierre de trilogía. No se explica que semejante bodrio haya pasado los controles de tanto productor, guionista y experto del medio para acabar viendo la luz.


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