EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG de Peter Jackson - 2013 - ("The Hobbit: The Desolation of Smaug")
"El Hobbit: La desolación de Smaug" es más de lo mismo con respecto a su antecesora, "El Hobbit: Un viaje inesperado", aunque no llega a ser tan horripilante como la tercera parte de la trilogía, "El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos", la peor obra de toda la saga de la Tierra Media de Peter Jackson con mucha diferencia.
El director de Nueva Zelanda vuelve a presentar una película que de la novela original de Tolkien tiene bastante poco. Es normal cuando, como comenté ayer, se hace la locura de meter con calzador unas 200 páginas de narración en tres cintas de más de dos horas.
Volvemos a tener aquí, claro, una trama estirada como un chicle para rellenar metraje de cualquier manera, volvemos a tener a personajes que no salen en "El Hobbit" pululando por ahí (el más destacado -para mal- es Legolas, vehículo de lucimiento para que Orlando Bloom vuelva a a la saga a hacer sus piruetas élficas), volvemos a tener a personajes totalmente inventados (como esa elfa amiga de Legolas interpretada por Evangeline Lilly), tramas también inventadas (como el amorío de esta elfa con el enano Kili) y escenas de acción alargadas a lo bestia más emparentadas con las de un videojuego que con las espectaculares y dignas de la trilogía de "El Señor de los Anillos" (la de la huida de los enanos a través del río es especialmente demencial: además de ser eterna, es casi ridícula, con todos los mencionados enanos, valga la redundancia, rebotando como en un pinball).
Y además tenemos un ritmo que se resiente debido al poco equilibrio entre la acción pura y el drama. Y alguna buena escena suelta por ahí también, pero solamente "alguna".
No se puede negar que Peter Jackson sabe crear un buen ambiente para su Tierra Media, desde luego: los escenarios siguen siendo maravillosos y la riqueza de los detalles también. Tampoco se puede criticar a los actores, que lo hacen bien y que están muy bien representados. Y, como he dicho, hay alguna escena excelente por ahí suelta (el juego entre Bilbo y el dragón Smaug es fantástico, y recupera al mejor Jackson, el que también dio destellos de buen director en la primera entrega con la escena del juego de acertijos entre Bilbo y Gollum). Igualmente, la película, al igual que su antecesora, puede resultar entretenida.
Sin embargo, no es suficiente porque el conjunto, si no se hubiese ideado y hecho tal mal desde un principio, si no se hubiese ido tan descaradamente a sacar beneficios comerciales de mala manera, habría dado mucho más de sí. Otra pena.
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