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viernes, 19 de julio de 2019

LA MALA HORA. LA NOVELA MÁS POLÍTICA DE GARCÍA MÁRQUEZ Y LA MÁS OLVIDADA


Si hay una novela de Gabriel García Márquez que ha quedado totalmente olvidada, esa es "La mala hora", su tercera obra tras la inmortal "El coronel no tiene quién le escriba" y la inmediatamente anterior a la también inmortal "Cien años de soledad".

Tal vez por ser algo atípica, por no tener grandes elementos de Realismo Mágico, por ser extremadamente política (la que más del autor colombiano) y por estar encajada entre dos obras maestras, haya quedado tan apartada dentro de una obra conjunta gloriosa.


En ella, volvemos al pueblo fluvial en el que transcurre la mencionada "El coronel no tiene quien le escriba" y retomamos a algunos de los personajes secundarios de ésta novela, que ahora son principales.

El coronel no aparece aquí, ni tampoco su mujer, y no sabemos exactamente si ocurre antes o después de su brutal historia, pero las pistas dejan claro que los hechos de ambas novelas son muy cercanos en el tiempo.

Volvemos a ese clima de podredumbre moral que ha dejado la guerra civil en la Colombia de su momento. La censura campa a sus anchas (política y religiosa), la desconfianza es total entre los vecinos, las clases más pobres pagan el pato y el ambiente es asfixiante.


Y, para colmo, aparecen en el pueblo unos pasquines aleatorios en los que, cada cierto tiempo, se desvela el secreto de alguien del lugar. Irónicamente, estos secretos no son secretos: todo el mundo conoce todos los trapos sucios de todo el mundo, quién se acuesta con quién, quién se aprovecha de quién, quién especula con qué.

Sin embargo, estos pasquines están a punto de destrozar el ambiente de paz en equilibrio que reina, paz que se ha conseguido callando al bando perdedor y dando al ganador todos los privilegios.

El inicio de la novela es espectacular. Tienen que leerlo (no voy a revelar nada). Y el desarrollo, compuesto de estampas vecinales que van retratando el lugar y completando a lo que se dijo de él en "El coronel no tiene quién le escriba", es perfecto: equilibra todos los momentos con ritmo y redondea a unos personajes inolvidables.


Recuperamos de la novela del coronel al padre Ángel, al doctor Giraldo, al cabrón de don Sabas, a los sirios de los almacenes del puerto, y se introducen a otros nuevos y muy interesantes.

Todos son profundamente humanos, y todos se mueven muchas veces entre lo bondadoso y lo egoísta, entre el fanatismo y la racionalidad, entre lo magnánimo y lo brutal.

El padre Ángel es un fanático religioso que vigila a los vecinos que van a ver las películas prohibidas por el régimen al cine pero que en su fuero interno se preocupa, aunque sea de forma paternalista e intransigente, por los problemas de su parroquia.


El doctor Giraldo se indigna por lo que ocurre a su alrededor, pero parece abotargado muchas veces por la pasividad. El dentista es valiente como nadie, y es de los pocos que vive abiertamente en contra del nuevo gobierno, pero solamente desde la actitud pasivo-agresiva que puede permitirse.

La viuda de Montiel asiste perpleja a un cambio de sistema que la ha enriquecido pero que la ha dejado sola en el pueblo, con sus hijos en Europa y su marido muerto y ella despreciada por todos.

Y don Sabas, uno de los caracteres más repulsivos de "El coronel no tiene quién le escriba", sigue aquí haciendo de las suyas y enriqueciéndose con la desgracia de los demás.


Hay un personaje que creo, sin embargo, que es el más interesante: el alcalde. Ambiguo, chulesco y soberbio, a veces lógico, a veces un auténtico ser mezquino, trata de llevar el pueblo que dirige lo mejor que puede pero siempre desde sus propios intereses y, para colmo, tratando de dignificar a su partido.

Es un personaje tremendamente humano porque refleja, pienso, las inconsistencias de cualquier tipo de ideología, las hipocresías de cualquier dirigente, que quiere ganarse a sus vecinos con gestos puntuales pero que no renuncia al poder ni a la riqueza en ningún momento.


Muchos de estos caracteres ya aparecieron, por cierto, en varios de los relatos de "Los funerales de la Mamá Grande", donde García Márquez ya delineaba su universo y su ciclo de Macondo, que comenzó con "La hojarasca", su debut.

Hablando de Macondo, hay que decir aparece mencionado varias veces, como en "El coronel no tiene quién le escriba". Sin embargo, el pueblo de estas dos novelas no es Macondo, si bien, por las pistas que se dan en ambas, las dos localidades han de ser geográficamente muy cercanas.


García Márquez consigue hacer de este lugar un personaje más y, como en su segunda novela, una alegoría de la situación política que retrata: un pueblo pequeño, cerrado, donde todos se conocen y se vigilan, oscurantista, dominado por la religión y, sobre todo, agotado por un calor atroz que deja las calles desérticas en sus peores horas y que simboliza perfectamente la opresión en la que todos viven.

"La mala hora", una de las obras más políticas del gran escritor colombiano, es también una de sus mejores novelas y, como he dicho, la más olvidada. Creo que es preciso reivindicarla porque no merece estar en el segundo plano en el que está.


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