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martes, 12 de marzo de 2019

PINOCHO. UN CUENTO MORAL DE PESADILLA


Tras el enorme éxito de “Blancanieves y los Siete Enanitos”, Walt Disney fue lanzado, de manera definitiva, a las estrellas de la industria de la animación.

El modo de producción de su empresa, The Walt Disney Company, lógicamente cambió: comenzaron a crear largometrajes con asiduidad y el segundo de ellos fue otra adaptación de un cuento clásico.


El turno era ahora de Carlo Collodi y de su obra “Pinocho”. Walt Disney ya no se puso en cambio tras la inmediata dirección de la película. Y de ninguna más.

Sin embargo, hasta su muerte en 1966 todas pasaron por su lupa: fue el supervisor de todo lo que en su compañía se creó, aunque encargó sus producciones a otros geniales animadores que, sin embargo, han quedado, muchos de ellos, olvidados (tal vez por no ser más que excelentes artesanos llevados por las manos maestras de otros).


La obra original de Collodi, muy compleja tras su apariencia infantil, espiritual, simbólica, todavía enigmática, hija de su tiempo pero sugestiva, es tomada sólo como punto de partida por Disney y completamente desfigurada. 

Porque este "Pinocho" es un cuento moral con final feliz que advierte a los niños de que las obligaciones son lo primero y de que el exceso de ocio siempre es secundario y a veces hasta nocivo. 


El protagonista es un niño de madera que, para ser de verdad, ha de portarse bien con su padre, el viejo juguetero Geppetto. La historia la conocemos todos ya, pero sus lecciones morales están por lo menos al mismo nivel de crueldad e incluso de violencia que las del cuento original de Collodi, que contenía escenas verdaderamente duras, al igual que este filme, uno de los más siniestros de toda la factoría Disney.


Junto a la ternura y la entrega de personajes bondadosos como el Hada Azul, Geppetto, Pepito Grillo, el gato Fígaro o la pez Cleo, “Pinocho” tiene una de las galerías de villanos más estremecedoras de toda la filmografía de Disney: el Honrado Juan y Gedeón, dos animales embaucadores, crápulas y desconsiderados son todo un ejemplo de amistad traicionada, mientras que otros como el titiriteo Stromboli o el dueño de la Isla de los Juegos resultan verdaderamente diabólicos. 


La película además, en su afán por moralizar, recurre al terror, fácil de producir en los niños, con unas escenas durísimas que también logran estremecer a los mayores: la del encierro de Pinocho en la jaula a manos de Stromboli, la de la transformación de Polilla en burro (de pura pesadilla) o la de la ballena Monstruo estrellándose contra las rocas resultan, aún hoy, tremendamente impactantes.


Las películas clásicas de Disney sirvieron para transmitir mensajes morales propios del “American Way of Life” a su público potencial, los niños y los adolescentes, y “Pinocho” es una de las que mejor ejemplifica este hecho.

Dejando esto a un lado, la cinta es todo un prodigio de animación, de animación fluidísima, preciosa y llena de detalles. En este aspecto, como “Blancanieves y los Siete Enanitos”, es una maravilla y una obra de arte.


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