Escritor. Creador de la tira cómica "Coaching para esclavos". Cinéfilo, melómano y superdotado con TDAH. Hablo por aquí de películas, series, libros o cómics que me gustan. También estoy en Twitter (@torres_criado), en IG (josetorrescriado) y en Bluesky (@josetorrescriado.bsky.social).
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viernes, 29 de noviembre de 2019
EL GIGANTE DE HIERRO. EL INOLVIDABLE DEBUT ANIMADO DE BRAD BIRD
Brad Bird es uno de los animadores estadounidenses modernos más reconocidos. Comenzó su carrera trabajando para la Disney en filmes como “Tod y Toby”, tras lo que pasó a hacerlo en series tan famosas como “Los Simpsons”, “El crítico” o “El Rey de la Colina”.
Sus creaciones se caracterizan por presentar a personajes que, aún siendo animales o seres fantásticos, son puros trasuntos de la naturaleza humana: sus filmes son joyas maravillosas sobre el amor, la amistad, la familia, el compañerismo o la persecución de los sueños con un humor adulto tremendamente inteligente e irónico y con un sentido del drama excelentemente dosificado.
Adaptación libre del libro homónimo de Ted Hughes, “El gigante de hierro” es el genial debut de este director en solitario en el mundo de la animación.
Ambientada a finales de los años cincuenta y en una pequeña ciudad de los Estados Unidos, el filme narra la clásica historia de amistad entre un niño y el gigante que da título a la obra, historia de amistad a la contra de una sociedad opresiva y atontada por el miedo que, sin presentar nada nuevo, conmueve como pocas gracias a un drama inteligente y serio excelentemente explotado por Bird, que emociona sin resultar ñoño y que seduce sin ningún problema a públicos de todas las edades.
La culpa la tienen además el humor adulto que la cinta destila (por momentos incluso sarcástico), su ejemplar animación y ambientación (de un corte clásico encantador) y sus personajes, todos henchidos de carisma, y, en especial, el Gigante de Hierro protagonista, una inolvidable referencia al pulp y a la ciencia ficción de la década en la que el filme se ambienta.
Esta década se ve constantemente homenajeada además con un ojo irónico y también nostálgico (la Guerra Fría, el macarthismo, las películas de ciencia ficción del momento, la serie B, la cultura de la radio y el boom de la televisión, la paranoia nuclear, los militares fanáticos, el “auge” de los misterios de los OVNIS, el arte moderno de rasgos futuristas, la generación beat...).
“El gigante de hierro” es una fascinante película de animación sobre la amistad en un entorno hostil que, por desgracia, fue un fracaso en las salas de cine en su día.
Sin embargo, también por suerte es ya un filme de culto gracias al boca a boca y a su más notable éxito posterior en formato de vídeo.
jueves, 28 de noviembre de 2019
LA HERENCIA DE LA IRA. OTRO VIAJE A LA VIOLENCIA ATÁVICA DE LOS USA DE AARON
"La herencia de la ira" es una fantástica obra corta de Jason Aaron publicada, en sus cinco números, entre octubre de 2014 y febrero de 2015. Una obra corta en la que vuelve a uno de sus escenarios predilectos, la Norteamérica profunda, para narrar una de sus historias predilectas, una historia de violencia atávica.
Emparentada en temática y en estilo con cómics suyos como "Scalped" o "Paletos cabrones", narra la historia de una familia destrozada generación tras generación por la ira que nombra el título (el real y más acertado es sin embargo "Men of Wrath").
Ésta ira es una de las características de gran parte de lo que ha sido la historia de los Estados Unidos desde incluso antes de su fundación como país conglomerado: es algo que viene de fábrica, de lo que no se puede escapar.
Su protagonista se llama precisamente Ira Rath, y es un matón sin escrúpulos, asesino, sin moral y lleno de odio por todo y por todos, por la vida.
Casi toda la historia la narra él, enfermo de un cáncer de pulmón que en breve tiempo se lo va a llevar a la tumba, lo cual no le impide terminar con una última misión que tiene algo que ver con los restos que han quedado de su vieja familia.
"La herencia de la ira" está basada en vivencias del propio árbol genealógico de Jason Aaron. Al parecer, su abuelo, Ira Aaron, mató a un hombre durante una discusión por unas ovejas.
No esperen argumentos fáciles ni masticados en este cómic. El creador de "Scalped" nos encara de nuevo ante una fábula tremendista donde todos los personajes son una pura escala de gris. No hay maniqueísmo ninguno y ni una sola concesión a lo simple.
Una vez más, una obra de Jason Aaron resulta incómoda y capaz de poner nuestra moralidad a cien revoluciones por minuto.
La trama, mitad presentación de personajes y mitad violencia brutal y sin concesiones, es directa y ágil, cortante y muy cinematográfica. También está cargada de acción y contiene escenas explosivas para el recuerdo.
Y el dibujo de Ron Garney hace el resto. Dinámico y sobrio, pero lleno de detalles, de realismo y de geniales juegos de claroscuro, es una delicia para los amantes del mejor thriller y, también, del mejor western.
"La herencia de la ira" es un cómic corto, pequeño, de un único tomo, pero es otro trabajo magnífico de Aaron: otro viaje descarnado a una Norteamérica profunda que parece perdida en sus propios demonios pero que es a pesar de todo un lugar lleno de humanidad desbocada, en su parte buena y en su parte mala. Recomendable.
lunes, 25 de noviembre de 2019
SUMMER WARS. EL FILME MÁS FLOJO DE MAMORU HOSODA
Tal vez sea por lo geniales que son "La chica que saltaba a través del tiempo", su filme anterior, o los posteriores "Los niños lobo" y "El niño y la bestia", pero lo cierto es que "Summer Wars" es, hasta este momento, la película que no es de encargo más floja de Mamoru Hosoda.
Este "más floja" no quiere decir realmente que la película sea floja, y mala en absoluto, mucho menos; sin embargo, sí que quiere decir, por lo menos desde mi punto de vista, que no es nada redonda.
"Summer Wars" está inspirado claramente en las historias tragicómicas de familias típicas japonesas que estamos tan acostumbrados a ver en la literatura, en el cine y en el cómic (manga) de este país.
Es una suerte de "Cuentos de Tokyo" de Yasuhiro Ozu pero pasado por un filtro más delirante y cachondo.
Un joven estudiante se marcha un verano a la casa del pueblo de una de sus amigas para hacerse pasar por el novio de ésta a peticíón suya. La cosa se desmadra, y no hablamos solamente de relaciones personales, sino que para colmo tienen todos hasta que hacer frente a una conspiración en la red y a un virus terrible.
La película mezcla esta mencionada tragicomedia con un homenaje a los filmes de realidad virtual y a los videojuegos. Mamoru Hosoda siempre es original por todo lo alto cuando mezcla géneros. Y los personajes son entrañables, aunque tal vez hay demasiados y algunos pierden algo de desarrollo.
El punto flojo del filme viene con su duración, que se pasa de metraje cuando no le hacía falta (no aporta nada el alargamiento y hasta entorpece el ritmo general). Le sobran por lo menos veinte minutos, y estos no influyen como he dicho para casi nada en una trama que se podría haber resuelto con más limpieza y menos combates de avatars (algo largos y pesados también).
Creo igualmente, como he señalado antes, que los personajes daban todos bastante más de si, especialmente con tanto tiempo para desarrollarse bien, aunque sean tantísimos.
En el resto de cosas, "Summer Wars" es impecable: la animación es de matrícula de honor y los escenarios lo mismo, como en el resto de las producciones de Hosoda.
Filme completamente irregular y que daba para más, especialmente viniendo de quien viene. Aún así, es animación de calidad, recomendable y con un nivel aceptable.
viernes, 22 de noviembre de 2019
PEDRO PÁRAMO. BIENVENIDOS A COMALA, EL MACONDO DE MÉXICO
Alabada desde el principio por Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez o Susan Sontag, "Pedro Páramo" marca una ruptura con la novela revolucionaria clásica que se cultivaba en México en su tiempo y abre un camino hacia el realismo mágico y el "boom sudamericano".
Muchos de los parámetros de los relatos de "El llano en llamas" se repiten en esta novela, aunque hay uno nuevo que la diferencia claramente de ellos: la irrupción de la fantasía, de lo onírico, en forma de relato de fantasmas (a mi "Pedro Páramo" siempre me lo ha parecido) en el que se superponen el pasado y el presente de forma constante.
Volvemos a las zonas rurales más depauperadas del México profundo y volvemos a encontrarnos un lenguaje coloquial, diálogos rápidos y escuetos que describen toda la situación, monólogos y una presencia brutal de un paisaje brutal y decisivo: la naturaleza indómita y seca, abrupta, despiadada, de parajes asesinos y pueblos abandonados.
Ahora, sin embargo, el mencionado realismo mágico se cuela por todos los poros de la novela. Porque Comala, el pueblo en el que transcurre, es un pueblo fantasma, lleno de ecos, de retazos de otras vidas, de murmullos que se hacen reales.
Hay escenas de "Pedro Páramo" que me parecen de auténtica novela de terror y que me ponen los pelos de punta.
La trama sigue dos líneas temporales: en la "actual", un joven llamado Juan Preciado viaja a la mencionada Comala para encontrar a su padre, Pedro Páramo; en la del "pasado", se narra la historia del propio Pedro Páramo, un cacique brutal y sin escrúpulos.
La narración sin embargo está fragmentada entre ambos mundos, y se superponen además en ella otras realidades constantemente, como el monólogo de Dolores Preciado, la madre de Juan, que completa un fresco social terrible y monstruoso, de una época de violencia y terror en la que las revoluciones sociales se han acabado convirtiendo en un circo de injusticia.
La Comala de esta novela (existe una "Comala real" en el estado mexicano de Colima) es en mi opinión igual de importante que el Macondo de Gabriel García Márquez o la Yoknapatawpha de William Faulker, aunque estos pueblos imaginarios hayan aparecido en muchas más novelas.
Comala es un trasunto del campo mexicano en su totalidad. Las revoluciones fracasan, los nuevos sistemas son iguales o peores que los antiguos, la gente pobre sigue siendo pobre, cunden el hambre y la miseria, la ignorancia y el temor religioso, y los caciques se hacen con el poder y se suceden unos a otros.
Pedro Páramo, que me recuerda a Artemio Cruz de "La muerte de Artemio Cruz" de Carlos Fuentes, es un hombre cruel, violento, egoísta y soberbio hasta la extenuación, que domina a sus vecinos con mano de hierro y que sin embargo tiene unos pocos destellos de amor por unos pocos seres humanos.
Novela caleodoscópica, breve pero muy compleja, llena de estampas sociales y políticas ordenadas y vueltas a ordenar, "Pedro Páramo" es una obra maestra de la historia de la literatura.
Tras ella, Juan Rulfo dejó la escritura de cuentos y novelas hasta que en 1980 publicó la mencionada "El gallo de oro" (no la he podido leer todavía). Sí escribió guiones cinematográficos y artículos y se dedicó a una de sus pasiones menos conocidas: la fotografía.
Contaba él mismo que dejó de escribir tanto tiempo porque su tío Celerino, personaje que existió realmente, murió tras la publicación de "Pedro Páramo". Este hombre era el que según él le contaba todas las historias del campo mexicano que él después pasaba a sus libros.
jueves, 21 de noviembre de 2019
BATMAN: AÑO UNO. MILLER REINVENTABA AL HOMBRE MURCIÉLAGO... OTRA VEZ
BATMAN: AÑO UNO de Frank Miller y David Mazzuchelli - 1988 - ("Batman: Year One")
Un año después de la mítica "El regreso del Señor de la Noche", Frank Miller volvía a la carga con otra de sus más grandes historias del Hombre Murciélago: "Batman: Año Uno".
Y si en la primera se dedicaba a retratar a un Batman de capa caída que debía coger fuerzas de flaqueza para luchar de nuevo contra el mal, ahora retrataba a un joven Bruce Wayne que volvía a Gotham para tratar de buscar una forma de salvarla.
"Batman: Año Uno" sí estuvo dentro de la serie de Batman y ocupó, en 1987, los números del 404 al 407 de su colección. Ahora, Miller no dibujaba: lo hacía un esplendoroso David Mazucchelli, con el que él ya había trabajado en Daredevil, y daba al cómic una personalidad única.
Los protagonistas principales eran un joven comisario Gordon y un joven Bruce Wayne. Los dos llegaban a Gotham para encontrar un nido de corrupción, con la policía podrida y con la mafia haciendo lo que le daba la gana. Los dos empezaban como fuerzas opuestas. Y los dos tenían contactos primerizos con otro joven llamado Harvey Dent. Se imaginan lo que viene.
El ejercicio de síntesis es perfecto, pero no se queda solamente aquí: aporta nuevos puntos de vista, revitaliza situaciones y personajes y da un soplo de aire fresco tremendo a toda la serie en solamente cuatro escasos números.
Muchas de las ideas del gran "Batman Begins" de Christopher Nolan están sacadas de este cómic legendario (que intentaron adaptar sin éxito -y por suerte- Joel Schumacher y Darren Aronofsky). También otras de los dos "Batman" de Tim Burton.
"Batman: Año Uno" es, gracias al tempo de Miller y al dibujo realista y estilizado de Mazzucchelli, puro cómic negro. La disposición elegante de la viñeta, la ambientación oscura y gris, dan una Gotham muy diferente a la de "El regreso del Señor de la Noche", más desaforada y fantástica (e igualmente genial y personal).
Ayuda una trama detectivesca en la que se van definiendo los comienzos de personajes clave de la franquicia como los mencionados protagonistas o una absolutamente genial Catwoman (la otra gran sorpresa del cómic). También se introduce al capo Carmine Falcone, que llegaría a ser otro de los grandes caracteres de la saga.
Sin embargo, esta miniserie tiene también todo el optimismo y la vitalidad de los mejores viajes iniciáticos. Agilidad, acción, un toque de humor, energía. También se distancia aquí de la crepuscular "El regreso del Señor de la Noche".
Los diálogos son una delicia, y se combinan perfectamente con la voz en off que tanto le gusta a Miller (y aquí no abusa de ella, en absoluto, lo cual es de agradecer) y con las escenas de lucha, las dramáticas y las humorísticas.
Con "Batman: Año Uno" la carrera del creador de "Sin City" y "300" seguía viento en popa y a toda vela y la transformación final del Hombre Murciélago en el personaje oscuro que es actualmente (y que realmente era en sus inicios) terminaba de encumbrarse. Imprescindible.
Y si en la primera se dedicaba a retratar a un Batman de capa caída que debía coger fuerzas de flaqueza para luchar de nuevo contra el mal, ahora retrataba a un joven Bruce Wayne que volvía a Gotham para tratar de buscar una forma de salvarla.
"Batman: Año Uno" sí estuvo dentro de la serie de Batman y ocupó, en 1987, los números del 404 al 407 de su colección. Ahora, Miller no dibujaba: lo hacía un esplendoroso David Mazucchelli, con el que él ya había trabajado en Daredevil, y daba al cómic una personalidad única.
Los protagonistas principales eran un joven comisario Gordon y un joven Bruce Wayne. Los dos llegaban a Gotham para encontrar un nido de corrupción, con la policía podrida y con la mafia haciendo lo que le daba la gana. Los dos empezaban como fuerzas opuestas. Y los dos tenían contactos primerizos con otro joven llamado Harvey Dent. Se imaginan lo que viene.
El ejercicio de síntesis es perfecto, pero no se queda solamente aquí: aporta nuevos puntos de vista, revitaliza situaciones y personajes y da un soplo de aire fresco tremendo a toda la serie en solamente cuatro escasos números.
Muchas de las ideas del gran "Batman Begins" de Christopher Nolan están sacadas de este cómic legendario (que intentaron adaptar sin éxito -y por suerte- Joel Schumacher y Darren Aronofsky). También otras de los dos "Batman" de Tim Burton.
"Batman: Año Uno" es, gracias al tempo de Miller y al dibujo realista y estilizado de Mazzucchelli, puro cómic negro. La disposición elegante de la viñeta, la ambientación oscura y gris, dan una Gotham muy diferente a la de "El regreso del Señor de la Noche", más desaforada y fantástica (e igualmente genial y personal).
Ayuda una trama detectivesca en la que se van definiendo los comienzos de personajes clave de la franquicia como los mencionados protagonistas o una absolutamente genial Catwoman (la otra gran sorpresa del cómic). También se introduce al capo Carmine Falcone, que llegaría a ser otro de los grandes caracteres de la saga.
Sin embargo, esta miniserie tiene también todo el optimismo y la vitalidad de los mejores viajes iniciáticos. Agilidad, acción, un toque de humor, energía. También se distancia aquí de la crepuscular "El regreso del Señor de la Noche".
Los diálogos son una delicia, y se combinan perfectamente con la voz en off que tanto le gusta a Miller (y aquí no abusa de ella, en absoluto, lo cual es de agradecer) y con las escenas de lucha, las dramáticas y las humorísticas.
Con "Batman: Año Uno" la carrera del creador de "Sin City" y "300" seguía viento en popa y a toda vela y la transformación final del Hombre Murciélago en el personaje oscuro que es actualmente (y que realmente era en sus inicios) terminaba de encumbrarse. Imprescindible.
martes, 19 de noviembre de 2019
AMERICAN GRAFFITI. LA PELÍCULA NOSTÁLGICA INICIÁTICA DE GEORGE LUCAS
Después del estrepitoso fracaso de “THX 1138”, que incluso llegó a hundir a la American Zoetrope, George Lucas rodó, según recomendación de Francis Ford Coppola, una historia menos fría que la de la distopía de su debut, más cercana a la realidad y menos oscura.
Se le ocurrió entonces, a partir de recuerdos de su niñez y adolescencia, contar la aventura cotidiana de un grupo de jóvenes cualquiera de una pequeña ciudad norteamericana cualquiera durante el
verano de 1962.
De aquí surgió su única película no enmarcada en el género de la ciencia ficción: “American Graffiti”, una de las películas nostálgicas míticas de la primera mitad de los setenta en los USA.
Su argumento era sencillo: cuatro amigos que han terminado el instituto, la noche antes de empezar sus nuevas vidas (unos con sus trabajos, otros con sus estudios superiores) salen a la calle con otros tantos jóvenes a disfrutar de la última gran fiesta del verano, que correrá por toda la ciudad.
Estructurada como una colección de memorias de la generación que había sido joven en los años cincuenta y sesenta, dividida en “pedazos” de noche independientes, la segunda película de Lucas es un cajón de pequeñas estampas cotidianas de la vida de provincias de la época que retrataba, la de la llegada del rock n'roll por la puerta grande.
Con una fotografía y un ambiente coloristas y festivos y una banda sonora de grandes éxitos evocadores (desde Buddy Holly a The Platters pasando por Bill Halley & His Comets), “American Graffiti” dejaba escapar un aire nostálgico lleno de encanto que aún no se ha perdido hoy.
En un tomo siempre amable, desenfadado, sentimental, sin violencia, firmemente optimista e incluso algo ingenuo para nuestros días, disertaba superficialmente pero con un cariño sin par sobre el futuro de sus protagonistas y su pérdida de la inocencia, protagonistas que eran arquetipos básicos de jóvenes del momento: el mediocre inseguro, el ligón sin aparentes sentimientos, el freak, el cachas chulito, el matón y sus matones.
Llena de acción y con una irresistible aura romántica, fue un taquillazo que encandiló a la generación que la pudo ver en los cines: a los jóvenes por su temática, a los adultos por permitirles recordar viejos tiempos.
A George Lucas le permitió además ganar un dinero que le iba a venir muy bien para rodar su gran obra, la que le lanzó a las estrellas: “La guerra de las galaxias”.
“American Graffiti”, película algo sobrevalorada pero mítica y divertidísima, tal vez fue un lejano comienzo de la leyenda. También fue el inicio de una gran carrera para sus protagonistas, entre los que estaban unos jovencísimos Richard Dreyfuss, Ron Howard (el director), Paul Le Mat o Harrison Ford.
lunes, 18 de noviembre de 2019
THX 1138. LA DISTOPÍA CON LA QUE GEORGE LUCAS EMPEZÓ SU ANDADURA
George Lucas siempre será recordado, esencialmente, por la saga que revolucionó para siempre el cine de ciencia ficción y de aventuras: "Star Wars". Sin embargo, antes de rodar la primera de sus entregas, se hizo un nombre con dos películas que se han quedado algo olvidadas y que son bastante interesantes: "THX 1138" y "American Graffiti".
Basada en su propio cortometraje “THX 1138 4EB: El laberinto electrónico”, “THX 1138” fue la primera obra de ficción que dirigió este magnate, cuyo título fue parcialmente utilizado tiempo después para designar al sistema de sonido de alta fidelidad THX que todos hoy conocemos.
Basada claramente en obras distópicas del tipo de “1984” de George Orwell, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley o “Fahrenheint 451” de Ray Bradbury, “THX 1138” es debut estéticamente cuidadísimo pero argumentalmente muy fallido.
La sociedad futurista que nos presenta Lucas tiene un problema que lastra a la película: su indefinición. Estamos en una suerte de mundo ultraconsumista, dominado por unos medios de comunicación invasivos y deshumanizados, pero a la vez el sexo está prohibido y hay un líder omnipresente que lo observa todo, como el Gran Hermano, pero de carácter religioso (y con un claro parecido con Jesucristo).
No sabemos qué sistema político está criticando el filme, aunque se nos den apuntes (es claramente anticapitalista y antireligioso, pero también denuncia la alienación del individuo en una sociedad delirantemente colectivista como puede ser la de una dictadura de corte comunista).
"THX 1138" no cala en el espectador porque no hace referencia a su tiempo. Ni al de 1971, ni al de décadas posteriores, ni al actual. No elabora un retrato político y social claro, y eso, como he dicho, la lastra.
Tampoco ayuda su ritmo, que llega a ser soporífero. Especialmente, acercándose a la mitad del filme, cuando ya su universo ha sido presentado y el interés decae ante unas escenas de acción sin alma, ante unos personajes mal desarrollados y ante un montaje muy abrupto.
Sí hay algo que destaca en el filme: su elegante ambiente (blanco, aséptico, frío, onírico, siempre distante y a veces incluso lírico) consigue transmitir plenamente la sensación de angustia y de pesadilla buscada. Con ello colabora también la conscientemente machacona banda sonora de Lalo Schifrin.
Como protagonista de "THX 1138" tenemos a un jovencísimo Robert Duvall en uno de sus primeros papeles (excelente por cierto) y también a Maggie McOmie y al gran Donald Pleasence, que entregan unas notables interpretaciones.
La primera película de George Lucas está llena de buenas intenciones y, visualmente, está cuidadísima (y además con un presupuesto limitado y con escenarios también muy cerrados pero excelentemente aprovechados). Es una lástima que no cumpla ni su sustrato político, que se queda en una tópica lucha por la libertad a secas, ni su deficiente trama y su abrupto ritmo.
Fue "THX 1138" un estrepitoso fracaso comercial que casi hundió a la compañía American Zoetrope que Lucas y Francis Ford Coppola habían fundado. Años después, tras el rompedor estreno de “La guerra de las galaxias”, fue repuesta y se convirtió, a pesar de sus fallos, en un filme de culto.
sábado, 16 de noviembre de 2019
WATCHMEN. EL CÓMIC QUE CAMBIÓ A LOS SUPERHÉROES PARA SIEMPRE
WATCHMEN de Alan Moore y Dave Gibbons - De 1986 a 1987 - ("Watchmen")
Cuando afronto la crítica de ciertas obras capitales, de calado inmenso, de las que parece que se ha dicho todo, me siento, lo reconozco, algo abrumado.
He releído "Watchmen" hace poco, y aprovecho para darle su lugar de honor en este blog. Y la tarea de simplemente reseñarla me parece titánica. Y estimulante, por supuesto.
"Watchmen", la obra capital de Alan Moore al guión, pienso, junto a "From Hell", y de Dave Gibbons al dibujo (y la tinta de John Higgins es también una maravilla, no la olvidemos), no deja de obtener premios y de reeditarse y de generar nuevo material desde que terminó en 1987.
Ahora mismo, tiene serie en curso, y tuvo hace diez años una película de Zack Snyder. Ambas, como todo lo que adapta algo de Moore, vinieron con polémica por no respetar la esencia de su mensaje. También tiene precuelas de sus personajes principales en cómic, escritas por otros autores, que igualmente no dejan de generar discusiones y debates.
"Watchmen" nació cuando DC adquirió los derechos de una serie de personajes de Charlton Comics que, tras ser encargados a Moore, terminaron mutando en un mundo completamente nuevo y en una de las más grandes obras maestras de la historia de las viñetas.
Se publico entre 1986 y 1987, y fue una auténtica revolución dentro del género de los superhéroes. De hecho, lo cambió para siempre. Aún más que otras historias similares de la época como las de Frank Miller.
Alan Moore ponía en la picota el propio concepto del superhéroe y le daba una vuelta de tuerca radical hasta convertir a los luchadores por la justicia por excelencia de los USA en personas normales y corrientes producto de una época convulsa y llena de contradicciones.
Los héroes con capa y máscara de "Watchmen" surgían en los años cuarenta y eran un trasunto de los ideales norteamericanos. Como en los cómics. Pero estos vivían en la sociedad realmente. Unos, peleaban contra villanos de opereta. Otros, ayudaban a los USA a aprovechar los restos de la Segunda Guerra Mundial para hacerse con la hegemonía mundial.
A mitad de los ochenta, justo cuando se ambienta este cómic, las máscaras han caído sin embargo. La mayoría de estos superhéroes están retirados o ilegalizados y el trauma de la Guerra de Vietnam y la tensión enfermiza de la Guerra Fría han calado hondo en ellos.
En este ambiente, un asesinato brutal da el pistoletazo de salida de una trama retorcida y magistral en la que Alan Moore refleja las preocupaciones de su momento.
La ristra de temas que trata "Watchmen" es apabullante. En unos pocos números retrata y critica la escalada nuclear de la Guerra Fría, el imperialismo norteamericano, la corrupción y la manipulación de los grandes estados y las grandes empresas, la demagogia de los medios, la violencia, la homofobia, el machismo, la hipocresía, la guerra cultural o la guerra entre diferentes concepciones morales.
Y no lo hace ejemplarizando, sino mostrando. Y revolviendo la mente del lector. Porque "Watchmen" es un cómic difícil. Muy difícil. No da nada masticado. No hace juicios para tranquilizar a quien lo lee. No crea personajes blancos o negros. No da una solución moral que nos deje satisfechos.
"Watchmen" es pura complejidad, pura escala de grises. Y sus personajes, también. El antihéroe más brutal y sanguinario puede tener la lucidez que le falta al idealista más aparentemente perfecto. El ser humano más avanzado puede ser la persona más fría y deshumanizada del mundo y el ser más débil el único que clame por la empatía y la compasión. El fascista más rancio puede ser también el humano más íntegro y el izquierdista más intachable el más helado de los manipuladores.
Si alguien que todavía no haya leído esa colección espera algo sencillo, de buenos y de malos, de claridad moral meridiana, que se olvide de ello. Absténganse también personas ultrapolitizadas que quieran que les doren la píldora.
Alan Moore no se casa con nadie, aunque sea una persona verdaderamente de izquierdas, como ha demostrado en muchas ocasiones y en muchas obras. No hace propaganda barata y no se corta un pelo a la hora de putear a quien tenga que putear, aunque sea de su propio bando.
Toda la serie está ordenada en una cuadrícula de nueve viñetas en la que fluye el maravilloso dibujo de Dave Gibbons, lleno de detalles imprescindibles para comprender toda la trama. Se alternan varias líneas de narración y otras que corresponden a la ficción que impera en este universo: la de las historias de piratas, que triunfan en un mundo donde los superhéroes con cotidianos.
Todo está perfectamente ensamblado en un fresco social riquísimo, apabullante pero extremadamente estimulante, lleno de guiños, de homenajes, de insinuaciones, de metáforas y de símbolos, de alegorías, de regalos que hay que cazar poco a poco, de secundarios tan básicos como los personajes principales.
También lo complementa todo una serie de documentos que se presentan al final de cada número (menos del último) y que son un collage delicioso de leer: desde fragmentos de libros hasta ensayos pasando por noticias, archivos clasificados, meros apuntes, biografías o artículos sobre cómic. Lo dicho: una delicia.
Mención especial merecen los "Relatos del Navío Negro", el mencionado cómic de piratas que se intercala en la narración de la historia principal, una auténtica delicatessen para los fans del género y del terror que, además, está relacionada con la trama a través de un ejercicio precioso de metaficción.
Aunque es una aseveración injusta, se dice mucho que "Watchmen" fue el cómic que lanzó a este arte como un arte "de derecho propio". No es cierto, pero sí que desde luego ayudó de forma definitiva a hacerlo.
Esta obra es esencial. En todos los aspectos. Su aura mítica es merecida, y Alan Moore, desde luego, cambió para siempre no solamente el género de los superhéroes, sino su medio completo. Si aún no la han leído, corran a por ella. Y sí la han leído... ¿A qué esperan para volver a leerla?
He releído "Watchmen" hace poco, y aprovecho para darle su lugar de honor en este blog. Y la tarea de simplemente reseñarla me parece titánica. Y estimulante, por supuesto.
"Watchmen", la obra capital de Alan Moore al guión, pienso, junto a "From Hell", y de Dave Gibbons al dibujo (y la tinta de John Higgins es también una maravilla, no la olvidemos), no deja de obtener premios y de reeditarse y de generar nuevo material desde que terminó en 1987.
Ahora mismo, tiene serie en curso, y tuvo hace diez años una película de Zack Snyder. Ambas, como todo lo que adapta algo de Moore, vinieron con polémica por no respetar la esencia de su mensaje. También tiene precuelas de sus personajes principales en cómic, escritas por otros autores, que igualmente no dejan de generar discusiones y debates.
"Watchmen" nació cuando DC adquirió los derechos de una serie de personajes de Charlton Comics que, tras ser encargados a Moore, terminaron mutando en un mundo completamente nuevo y en una de las más grandes obras maestras de la historia de las viñetas.
Se publico entre 1986 y 1987, y fue una auténtica revolución dentro del género de los superhéroes. De hecho, lo cambió para siempre. Aún más que otras historias similares de la época como las de Frank Miller.
Alan Moore ponía en la picota el propio concepto del superhéroe y le daba una vuelta de tuerca radical hasta convertir a los luchadores por la justicia por excelencia de los USA en personas normales y corrientes producto de una época convulsa y llena de contradicciones.
Los héroes con capa y máscara de "Watchmen" surgían en los años cuarenta y eran un trasunto de los ideales norteamericanos. Como en los cómics. Pero estos vivían en la sociedad realmente. Unos, peleaban contra villanos de opereta. Otros, ayudaban a los USA a aprovechar los restos de la Segunda Guerra Mundial para hacerse con la hegemonía mundial.
A mitad de los ochenta, justo cuando se ambienta este cómic, las máscaras han caído sin embargo. La mayoría de estos superhéroes están retirados o ilegalizados y el trauma de la Guerra de Vietnam y la tensión enfermiza de la Guerra Fría han calado hondo en ellos.
En este ambiente, un asesinato brutal da el pistoletazo de salida de una trama retorcida y magistral en la que Alan Moore refleja las preocupaciones de su momento.
La ristra de temas que trata "Watchmen" es apabullante. En unos pocos números retrata y critica la escalada nuclear de la Guerra Fría, el imperialismo norteamericano, la corrupción y la manipulación de los grandes estados y las grandes empresas, la demagogia de los medios, la violencia, la homofobia, el machismo, la hipocresía, la guerra cultural o la guerra entre diferentes concepciones morales.
Y no lo hace ejemplarizando, sino mostrando. Y revolviendo la mente del lector. Porque "Watchmen" es un cómic difícil. Muy difícil. No da nada masticado. No hace juicios para tranquilizar a quien lo lee. No crea personajes blancos o negros. No da una solución moral que nos deje satisfechos.
"Watchmen" es pura complejidad, pura escala de grises. Y sus personajes, también. El antihéroe más brutal y sanguinario puede tener la lucidez que le falta al idealista más aparentemente perfecto. El ser humano más avanzado puede ser la persona más fría y deshumanizada del mundo y el ser más débil el único que clame por la empatía y la compasión. El fascista más rancio puede ser también el humano más íntegro y el izquierdista más intachable el más helado de los manipuladores.
Si alguien que todavía no haya leído esa colección espera algo sencillo, de buenos y de malos, de claridad moral meridiana, que se olvide de ello. Absténganse también personas ultrapolitizadas que quieran que les doren la píldora.
Alan Moore no se casa con nadie, aunque sea una persona verdaderamente de izquierdas, como ha demostrado en muchas ocasiones y en muchas obras. No hace propaganda barata y no se corta un pelo a la hora de putear a quien tenga que putear, aunque sea de su propio bando.
Toda la serie está ordenada en una cuadrícula de nueve viñetas en la que fluye el maravilloso dibujo de Dave Gibbons, lleno de detalles imprescindibles para comprender toda la trama. Se alternan varias líneas de narración y otras que corresponden a la ficción que impera en este universo: la de las historias de piratas, que triunfan en un mundo donde los superhéroes con cotidianos.
Todo está perfectamente ensamblado en un fresco social riquísimo, apabullante pero extremadamente estimulante, lleno de guiños, de homenajes, de insinuaciones, de metáforas y de símbolos, de alegorías, de regalos que hay que cazar poco a poco, de secundarios tan básicos como los personajes principales.
También lo complementa todo una serie de documentos que se presentan al final de cada número (menos del último) y que son un collage delicioso de leer: desde fragmentos de libros hasta ensayos pasando por noticias, archivos clasificados, meros apuntes, biografías o artículos sobre cómic. Lo dicho: una delicia.
Mención especial merecen los "Relatos del Navío Negro", el mencionado cómic de piratas que se intercala en la narración de la historia principal, una auténtica delicatessen para los fans del género y del terror que, además, está relacionada con la trama a través de un ejercicio precioso de metaficción.
Aunque es una aseveración injusta, se dice mucho que "Watchmen" fue el cómic que lanzó a este arte como un arte "de derecho propio". No es cierto, pero sí que desde luego ayudó de forma definitiva a hacerlo.
Esta obra es esencial. En todos los aspectos. Su aura mítica es merecida, y Alan Moore, desde luego, cambió para siempre no solamente el género de los superhéroes, sino su medio completo. Si aún no la han leído, corran a por ella. Y sí la han leído... ¿A qué esperan para volver a leerla?